NUTRICIÓN Y EL DEPORTE

En un intento para maximizar su rendimiento, muchos deportistas alteran la ingesta energética normal para ganar o perder peso. Aunque estos intentos son a veces son adecuados, los programas para reducir el peso pueden contener elementos de riesgo. Para algunos atletas jóvenes, el logro de un  peso ligero ilusorio puede poner en peligro su crecimiento y desarrollo. Las dietas crónicas de las atletas femeninas pueden provocar trastornos alimentarios, retraso de la menarquía, amenorrea y quizá osteoporosis.

El objetivo de la pérdida de peso de grasa de un deportista debe lograrse a costa del exceso de grasa corporal. Hay que dejar tiempo suficiente para permitir un adelgazamiento lento y sostenido de alrededor de 0,5 a 1 kg de peso a la semana a lo largo de varias semanas. La pérdida de peso debe hacerse antes de que comience la temporada de competición para garantizar la máxima potencia. Además, el ejercicio debe ser de intensidad moderada porque de esta forma la energía que se consume procede en mayor medida de la grasa que de los hidratos de carbono y el ejercicio puede mantenerse durante más tiempo. 

La ganancia de peso debe lograrse a través de un aumento gradual de la ingesta energética combinando con un programa de entrenamiento de fuerza para potenciar al máximo la ganancia de peso muscular en relación con la grasa. Un objetivo realista es una ganancia de 250 a 500 g a la semana. Las calorías procedentes de la grasa no deben superar el 30%, y la ingesta de proteínas debe ser de 1 a 1,5 g/kg de peso corporal. El profesional que trabaja con deportistas de élite ha de tener en cuenta la enorme motivación derivada del deseo de lograr un buen rendimiento en el deporte que se practica.